Siempre nos preguntamos por qué lo llamamos educación en casa si nunca estamos en casa. Este año se han organizado muchos grupos para hacer diferentes actividades con otras familias (y de paso, socializar, que sé que os preocupa el tema). Hubo un club de lectura, un grupo de proyectos, un club de historia en inglés, un grupo de costura, un taller de ciencias y muchas actividades puntuales.
Del taller de ciencias se ocupan dos estudiantes universitarios de física cuya gran pasión es la astronomía. Por eso nos propusieron hacer una salida nocturna para aprender algo del tema. Fuimos el sábado pasado. Vimos cómo montaban los equipos y cómo buscaban los objetos que querían ver. Vimos las cartas celestes. Vimos la Luna como si pudiéramos tocarla con la mano. Vimos Saturno con sus anillos; cúmulos de estrellas; galaxias; constelaciones y algún que otro satélite artificial cruzando el cielo a toda velocidad.
Hicimos preguntas que a lo mejor les parecieron obvias. Eduardo y Gustavo hicieron actividades con los niños mientras Efraím nos contaba algunas cosas a los padres, historias mitológicas incluidas.
Lo bueno es que a los "profes" se les notaba la pasión por la astronomía. Lo bueno es que los niños no tenían miedo (ni vergüenza) de preguntar ni de responder. Lo bueno es que no había preguntas absurdas ni respuestas inadecuadas. Lo bueno es que grandes y pequeños aprendimos juntos. Lo bueno es que no había libros de texto. Ni deberes. Ni exámenes. Ni calificaciones.
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