En mi perfil personal de Facebook me nominaron para que publicara el listado de 10 libros que han cambiado mi vida. Uno de ellos se titula "Señor Dios, soy Anna" y lo leí a los 8 años, justamente el curso que no fui al colegio.
"Anna puede desarmar a cualquiera
con sus interminables preguntas.
Y conocerlas significa tener que
volver a plantearse de nuevo
todas esas interrogantes para las
que creíamos tener ya respuesta."
"El enamoramiento de los números se marchitó un poco sin que, durante largo tiempo, llegara yo a saber por qué. Fue Charles quien me puso en la pista de la explicación. Charles era profesor en la misma escuela de la señorita Haynes, y la señorita Haynes enseñaba a sumar. Anna iba a la escuela de no muy buena gana y, como llegaría a saber después, no muy frecuentemente. En una de las clases de sumas, la señorita Haynes se había dirigido a Anna
- Si tuvieras una hilera de doce flores -le preguntó- y tuvieras 12 hileras ¿Cuántas flores tendrías?
¡Pobre señorita Haynes! Si se hubiera limitado a preguntarle a Anna cuánto es doce por doce, habría obtenido la respuesta que esperaba, pero no; tuvo que empezar a dar vueltas con las flores, con hileras y todo eso. Claro que obtuvo una respuesta; no la que ella esperaba, pero obtuvo una respuesta.
Anna aspiró ruidosamente el aire, en un tono que indicaba la desaprobación más absoluta.
- Si cultiva así las flores, no crecerá ninguna.
La señorita Haynes estaba hecha de un material muy especial, y esa respuesta la dejó impávida. Lo intentó de nuevo.
- Tienes siete caramelos en una mano y nueve en la otra. ¿Cuántos caramelos tienes en total?
- Ninguno -respondió Anna-. En esta mano no tengo ninguno, y en esta otra mano tampoco, así que no tengo ninguno, y está mal decir que tengo si en realidad no tengo.
La valiente, intrépida señorita Haynes volvió a insistir.
- Quiero que te lo imagines, querida; que imagines que los tienes
Una vez recibidas las instrucciones, Anna se lo imaginó y dio la respuesta, triunfante:
- Catorce.
- Oh, no, querida -corrigió la valerosa señorita Haynes-. Tienes dieciséis. Fíjate que siete más nueve son dieciséis.
- Eso ya lo sé -aclaró Anna-, pero como usted dijo que me imaginara, me imaginé que me comía uno y regalaba otro, así que tengo catorce.
Siempre he pensado que las palabras que siguieron iban encaminadas a aliviar el dolor y la angustia que se reflejaron en la cara de la señorita Haynes.
- Pero no me gustó, estaba ácido -admitió como si ella misma se castigara.
Esas actitudes hacia una cosa del Señor Dios como los números eran poco menos que imperdonables, y era lo que más sublevaba a Anna."