Vale, lo de "la gran resaca" era para llamar la atención; una licencia literaria para describir las explicaciones que daré en este post.
Después de 7 semanas de ruta por América había mucho por hacer: darnos unos días para reajustarnos al horario español, reencontrarnos con los amigos, organizar las fotos (ahora perdidas), terminar de escribir el diario de viaje, escribir a todos nuestros anfitriones para darles la gracias, echar cuentas para ver si los ingresos habían conseguido superar a los gastos y, sobre todo, contarlo todo.
La gente me escribía para preguntarme por qué no estaba actualizando el blog. Con todo lo que vimos y vivimos ¿cómo no estaba escribiendo? Pero es que no podía, porque tenía que procesarlo todo. Ésa fue la gran resaca. La ruta por América fue muy intensa: los preparativos no fueron fáciles, organizar un viaje de 7 semanas con un niño no es algo que una haga todos los días ni todos los años; había que buscar patrocinadores (¡gracias a todos!), organizar las charlas y las ventas de libros, cuadrar los billetes de avión y los alojamientos. Y hubo pequeños contratiempos de última hora que parecían más grandes de lo que eran en realidad.
El viaje fue bien, ya lo sabéis, pero también fue un poco una locura. A Damián no le gustó Nueva York, hacía mucho frío y teníamos jet lag... Además un tipo grande y negro quiso llevarnos del aeropuerto al hotel, pero no era taxista (sin ofender, pero el niño se asustó, como es comprensible).
En México tuvimos miedo de no poder cruzar de nuevo la frontera en coche hacia Texas, hubo un momento de duda y tensión que, como los contratiempos de antes de partir, pareció más grande de lo que era. Y, cómo no, la eterna duda de la madre soltera cuando el niño pide entrar al baño de hombres en un inmenso y abarrotado aeropuerto internacional...
En el aeropuerto de Chile yo sólo quería llorar. Llorar y estar en mi casa. No teníamos permiso de entrada al país porque sólo hacíamos escala, así que no nos dejaron pasar el control para ir a recoger el equipaje. Tampoco teníamos los billetes Santiago-Buenos Aires porque en Colombia sólo nos dieron los billetes Bogotá-Santiago porque se trataba de compañías diferentes que no tenían acuerdo entre si. Un absurdo. Así que ahí estábamos, a las 6 de la mañana y sin apenas haber dormido en el avión, sentados en una terminal, sin personal de tierra a quien preguntar y sin poderme mover porque Damián se durmió en cuanto pisó tierra. Media hora antes de la hora prevista de salida, apareció por fin el personal de Aerolíneas Argentinas y me comunicaron que se habían hecho cargo del equipaje y que tenían nuestros billetes. ¡No lo podía creer! Claro que después el equipaje lo extraviaron ¡pero me daba igual!
Estuvimos una semana en cada país; en algunos países, media semana en una ciudad y media semana en otra. Hubo cambios de huso horario y cambios de clima. Comida diferente, camas diferentes, costumbres diferentes, acentos diferentes, amigos diferentes y había que habituarse a todo rápido y sin acomodarse, con la maleta siempre a medio deshacer, porque enseguida marchábamos a otro lugar.
Dicen que, cuando viajas en avión, el alma tarda hasta quince días en volver a encontrarte. Si eso es cierto, nuestras almas tuvieron que estar vagando durante varios meses... Así que la vuelta a casa no fue fácil. Las experiencias de Nueva York, México y Puerto Rico quedaban extremadamente lejos. Quería escribir a todos ellos pero no lo hice. Darles las gracias, decirles que nos tocaron el corazón, que los echábamos de menos... sobre todo porque no sabemos si alguna vez los volveremos a ver.
Abrí el blog y no fui capaz de escribir mucho. Me planteé guardarlo todo para mi y no publicar nada, pero algunos me habíais dicho que queríais viajar con nosotros, a través del blog. Así que un día hice el esfuerzo y me obligué a publicar algo. Esto es lo que salió: un post titulado "Travelschooling: qué aprendimos en América" y me dijeron que bien, pero que sabía a poco.
Así que aquí andamos, sólo tres meses después de haber vuelto, procesando aún las cosas y tratando de no pensar mucho en el pen drive perdido con todas las fotos que hicimos.