viernes, 19 de julio de 2013

Travelschooling 2013: la gran resaca




Vale, lo de "la gran resaca" era para llamar la atención; una licencia literaria para describir las explicaciones que daré en este post.

Después de 7 semanas de ruta por América había mucho por hacer: darnos unos días para reajustarnos al horario español, reencontrarnos con los amigos, organizar las fotos (ahora perdidas), terminar de escribir el diario de viaje, escribir a todos nuestros anfitriones para darles la gracias, echar cuentas para ver si los ingresos habían conseguido superar a los gastos y, sobre todo, contarlo todo.


La gente me escribía para preguntarme por qué no estaba actualizando el blog. Con todo lo que vimos y vivimos ¿cómo no estaba escribiendo? Pero es que no podía, porque tenía que procesarlo todo. Ésa fue la gran resaca. La ruta por América fue muy intensa: los preparativos no fueron fáciles, organizar un viaje de 7 semanas con un niño no es algo que una haga todos los días ni todos los años; había que buscar patrocinadores (¡gracias a todos!), organizar las charlas y las ventas de libros, cuadrar los billetes de avión y los alojamientos. Y hubo pequeños contratiempos de última hora que parecían más grandes de lo que eran en realidad.

El viaje fue bien, ya lo sabéis, pero también fue un poco una locura. A Damián no le gustó Nueva York, hacía mucho frío y teníamos jet lag... Además un tipo grande y negro quiso llevarnos del aeropuerto al hotel, pero no era taxista (sin ofender, pero el niño se asustó, como es comprensible). 

En México tuvimos miedo de no poder cruzar de nuevo la frontera en coche hacia Texas, hubo un momento de duda y tensión que, como los contratiempos de antes de partir, pareció más grande de lo que era. Y, cómo no, la eterna duda de la madre soltera cuando el niño pide entrar al baño de hombres en un inmenso y abarrotado aeropuerto internacional... 

En el aeropuerto de Chile yo sólo quería llorar. Llorar y estar en mi casa. No teníamos permiso de entrada al país porque sólo hacíamos escala, así que no nos dejaron pasar el control para ir a recoger el equipaje. Tampoco teníamos los billetes Santiago-Buenos Aires porque en Colombia sólo nos dieron los billetes Bogotá-Santiago porque se trataba de compañías diferentes que no tenían acuerdo entre si. Un absurdo. Así que ahí estábamos, a las 6 de la mañana y sin apenas haber dormido en el avión, sentados en una terminal, sin personal de tierra a quien preguntar y sin poderme mover porque Damián se durmió en cuanto pisó tierra. Media hora antes de la hora prevista de salida, apareció por fin el personal de Aerolíneas Argentinas y me comunicaron que se habían hecho cargo del equipaje y que tenían nuestros billetes. ¡No lo podía creer! Claro que después el equipaje lo extraviaron ¡pero me daba igual!

Estuvimos una semana en cada país; en algunos países, media semana en una ciudad y media semana en otra. Hubo cambios de huso horario y cambios de clima. Comida diferente, camas diferentes, costumbres diferentes, acentos diferentes, amigos diferentes y había que habituarse a todo rápido y sin acomodarse, con la maleta siempre a medio deshacer, porque enseguida marchábamos a otro lugar.

Dicen que, cuando viajas en avión, el alma tarda hasta quince días en volver a encontrarte. Si eso es cierto, nuestras almas tuvieron que estar vagando durante varios meses... Así que la vuelta a casa no fue fácil. Las experiencias de Nueva York, México y Puerto Rico quedaban extremadamente lejos. Quería escribir a todos ellos pero no lo hice. Darles las gracias, decirles que nos tocaron el corazón, que los echábamos de menos... sobre todo porque no sabemos si alguna vez los volveremos a ver.

Abrí el blog y no fui capaz de escribir mucho. Me planteé guardarlo todo para mi y no publicar nada, pero algunos me habíais dicho que queríais viajar con nosotros, a través del blog. Así que un día hice el esfuerzo y me obligué a publicar algo. Esto es lo que salió: un post titulado "Travelschooling: qué aprendimos en América" y me dijeron que bien, pero que sabía a poco.

Así que aquí andamos, sólo tres meses después de haber vuelto, procesando aún las cosas y tratando de no pensar mucho en el pen drive perdido con todas las fotos que hicimos.



jueves, 18 de julio de 2013

Salvador, tus relojes se están derritiendo


En algún momento de mi vida me convencí de que yo no era una persona creativa, de que no tenía ningún talento para el arte ni mucho menos ninguna sensibilidad cromática. Sin embargo, los informes de mi escuela infantil aseguran todo lo contrario. ¿Qué pasó entremedias? 

Lo he recordado al ver un hilo en un foro de homeschooling que comenzaba con esta imagen, extraída del pinterest de una maestra:

-Colorear dentro de las líneas
-Colores que tengan sentido
-Sin espacios en blanco

¿Qué nos dice esta imagen?

  • Nos dice que sólo quienes pintan sin salirse de la raya son felices. De ahí podemos inferir que sólo los que así lo hagan serán queridos por el maestro.

  • Nos dice que hay colores que tienen sentido y colores que no lo tienen y que lo correcto es usar los que sí lo tienen.

  • Nos dice que no sólo debemos colorear sin salir de la raya sino que debemos colorear todo el espacio que esté dentro de las rayas.


Hay quien argumenta que con este ejercicio se pretende desarrollar la motricidad fina pero ¿es necesario elegir unos colores determinados por otras personas para desarrollar la motricidad fina? Rotundamente, no. ¿Y es necesario no dejar espacios en blanco? Rotundamente, no.

La cosa empeora cuando conocemos la intencionalidad real de la maestra que usó este "star paper". Lo que ella pretendía era dar una guía de corrección a sus alumnos para que pudieran evaluarse y calificarse mutuamente. Para ello necesitaban conocer unos criterios objetivos que faciliten su crítica al trabajo del compañero. Supongo que a Matisse le habrían suspendido por lo de la pipa. Por no hablar de Seurat y Signac, que dejaban espacios en blanco por doquier. O Dalí, que se le derretían los relojes.

En los dos meses que Damián asistió a la escuela infantil pasaron dos cosas:

una, se volvió hiper-perfeccionista

dos, se volvió hiper-realista

Yo me preguntaba cómo es posible que un niño de tres años tenga tan poca imaginación que, al leerle un cuento o ver una película, criticara todo lo que no se ajustara exactamente a la realidad. "Los elefantes no hablan", decía. O "las personas no vuelan". Luego supe que le habían obligado a escribir el número 1 usando tres palitos y no uno sólo, como él estaba acostumbrado a hacerlo. De modo que, mientras sus compañeros iban ya por el número 4 o 5, él seguía repitiendo el número 1 porque no le salía "correctamente". Que supiera contar, leer y escribir hasta el 100 y realizar sumas y restas sencillas no importaba. Lo que importaba era que el número 1 estuviera "correctamente" escrito.

De pintar ni hablamos. Hasta los 6 años (3 después de ser desescolarizado) no comenzó a dibujar; y hasta los 7 no comenzó a colorear, un poquito, sus dibujos.

La obsesión por entrenar a los niños en el arte de dar siempre la única respuesta correcta está acabando con ellos. Esto no es algo nuevo. Es lo mismo que cuando en el instituto el profesor de catalán nos ponía tareas y exámenes con preguntas de opinión, es decir, de ideología, y si no dabas la respuesta que él quería, por más que justificaras tu opinión, estabas suspendido. Adivinen quién suspendía siempre. O como cuando en clase de literatura había que interpretar un texto y sólo aceptaban interpretaciones autorizadas de autores reconocidos, pero no podías sacarte una de la manga. ¿Y quién es nadie para decirme que Holden Caulfield es un desgraciado o que Tirant Lo Blanch es una obra maestra a la que nada se le puede criticar o que La Metamorfosis tienen muchas interpretaciones pero no puedes decir que es una mierda y que Kafka nos tomó el pelo a todos con ese cuento?

Nunca hay una sola respuesta correcta. Todo depende de cómo argumentemos esa respuesta, y desde qué perspectiva estemos analizando la cuestión. En menorquín usamos el verbo "colocar" para referirnos a "recoger" o "guardar" además de "organizar". Un día, cuando mi hermano era pequeño, mi madre le pidió que "colocara" los coches que tenía esparcidos por todo el pasillo. ¿Qué esperaba ella? Que los cogiera y los metiera todos en su caja o donde fuera que se consideraran "recogidos". ¿Qué hizo el niño? ¡Una hilera perfectamente centrada en medio del pasillo! Así estaban muy bien "colocados". Es lo mismo que cuando les decimos que se porten "bien". Pero ¿qué significa "bien" para ellos y qué significa para nosotros?

Y muchas veces ellos tienen razón. Tienen razón cuando resuelven los problemas matemáticos desde un punto de vista lógico y realista y no desde un punto de vista meramente técnico-matemático. Cuando el libro dice: "tienes 12 euros y la entrada al cine cuesta 9. ¿Cuántos euros te quedan?" Y te responden que no les queda para palomitas y que sería mejor ir al cine el día del espectador, cuando la entrada es más barata.

Pienso que en las facultades de puericultura, magisterio y pedagogía deberían dejarse de tanta tontería y ponerse a leer a Roger Shank, Ken Robinson y Julia Cameron, entre otros. Y que deberían estudiar las vidas de todos esos locos que hicieron cosas que "no eran correctas" y gracias a las cuales el mundo ha avanzado, como los que han hecho posible que volemos a cualquier parte del mundo en unas horas, o que podamos comunicarnos ipso-facto en la distancia, o que podamos alumbrar nuestras casas con sólo tocar un interruptor. ¿No es mejor nuestra vida gracias a esos locos que decidieron no seguir las reglas y no buscar la "respuesta correcta"?





miércoles, 17 de julio de 2013

La catedral de sal de Zipaquirá (Colombia)



Camila tuvo el detalle de llevarnos a visitar la Catedral de Sal de Zipaquirá, en Cundinamarca. Nos acompañó Adelaida, una "pequeña" homeschooler en cuya casa nos alojamos durante algunos días. La verdad es que pensé que la visita sería medio aburrida para Damián y Adelaida, pero no sólo se lo pasaron bien sino que se mostraron muy interesados por todo lo que había por ver, por lo que explicaba el guía, por cómo se construyó, por cómo entrar y salir de allá, por cómo debió haber sido la vida de los mineros, etc.

Foto de nuestro diario de viaje,
donde guardamos las entradas y folletos de los lugares que visitamos.

Para los que no la conocéis, os diré que el nombre de la "Catedral de Sal" no es literario sino literal: es una catedral construida en una mina de sal, a 200 metros bajo tierra y fue nominada a "nueva maravilla del mundo". Al parecer en los años 30 del siglo pasado los mineros tallaron un pequeño santuario en la mina para pedir la protección de los santos cuando iban a trabajar. Algunos años más tarde se puso en marcha un proyecto mucho más grande para convertir el pequeño santuario en catedral. Pero la construcción definitiva, con algunas ampliaciones y reformas no fue hasta los años 90.

Nuestros tres minutos de sal



El recorrido de entrada es guiado; el personal ofrece explicaciones sobre el origen de este monumento y también da indicaciones sobre qué hacer y qué no hacer una vez dentro. Al llegar abajo se dispersan los grupos para que puedan ver las distintas partes con calma, disfrutar del espectáculo de luces y música y, obviamente, comprar algunos souvenirs o tomarse un delicioso café con unas pastas colombianas a 200 metros bajo tierra. Había unas esmeraldas preciosas, pero nosotros preferimos comprar tres minutos de sal.











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PS. Lo que tienen las mudanzas es que a veces se extravían cosas. En ésta última se han perdido todas las fotos del viaje a América, así que ilustraré estos posts como buenamente pueda mientras no aparezca el pen drive (dedos cruzados).







viernes, 12 de julio de 2013

¿Cómo se llama lo que hacemos?


Lo que sigue es un extracto de mi página de Facebook con una ampliación de mis reflexiones.
Laura, ¿qué opinas de la expresión "escolarizar en casa"? ¿No sería una contradicción? La he visto en algunos blogs y me ha dejado pensando...


Si lo que haces en casa se asemeja a lo que se hace en la escuela, entonces sí se puede hablar de escolarizar en casa, especialmente si se contratan profesores particulares que imparten clases a domicilio o en los casos de niños que tienen asistencia educativa domiciliaria por causa de enfermedad. Si no es eso lo que se hace, no me parece una expresión adecuada. En algunos casos se usa por una simple cuestión legal, porque en algunos lugares lo que la ley permite es precisamente "escolarizar en casa" así que, para evitar malentendidos innecesarios, se usa esa expresión. El debate sobre cuál es la mejor forma de llamar a lo que hacemos está abierto y no sé si se cerrará alguna vez. En realidad, la expresión "homeschooling" sí es comúnmente aceptada y, sin embargo, en español nos suena peor: "escuela en casa".

_______________ Hasta aquí el extracto. Ahora, la ampliación:

En mi caso, cualquier expresión que incluya las palabras "escuela" o "escolarización" sería inadecuada, pues lo que hacemos es justamente lo contrario: vivir como si la escuela no existiera.

Las expresiones que incluyan la palabra "casa" tampoco son acertadas, pues la verdad es que casi nunca estamos en casa y, desde luego, aprendemos por igual dentro que fuera de ella. Por el mismo motivo tampoco resulta exacta la expresión "educación en familia" pues la familia es sólo una pequeña parte de los agentes que intervienen en la educación de mi hijo. Sería correcto si hacemos referencia a la responsabilidad. La responsabilidad es mía y no del Estado ni de ningún centro docente, así que desde esta perspectiva, lo más correcto sería hablar de educación en familia.

Cuestión aparte es el debate sobre el uso de anglicismos. Hablar de "home education" suena algo ridículo, para eso ya podemos decir "educación en casa"; sin embargo como dije en Facebook, hablar de "homeschooling" nos suena algo mejor, tal vez por el simple hecho de que su uso ya está muy extendido.

Pero es cierto que hay palabras o expresiones en otros idiomas que no pueden traducirse con exactitud pues algo del significado se pierde en el cambio de idioma. Me pasa constantemente con algunas palabras menorquinas para las que no encuentro equivalente en español (como "idò", "alla va" o "te treu"). Me pasa también con algunas palabras inglesas (como "agenda" o "fancy").


Una de esas palabras es "unschooling", que define perfectamente el tipo de educación que practicamos en nuestra familia. Pero hablar de "no escuela" o "desescuela" suena raro ¿verdad? Se podría aducir que es un término negativo porque pone el énfasis en lo que no es y no en lo que sí es. Pero así es la vida a veces. A veces nos define mejor lo que no hacemos y lo que no somos que lo que sí hacemos o somos. En mi caso, por ejemplo, no vacuno, no castigo y no escolarizo. Y eso define mejor lo que hago que cualquier proposición positiva que pudiera presentar.