jueves, 23 de agosto de 2012

En casa del Ratón Pérez


¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ATENCIÓN: SPOILERS!!!!!!!!!!

Confieso que no conocía la historia del Ratón Pérez. Es decir, conocía la tradición por la que cuando se te cae un diente de leche, lo pones debajo de la almohada y, mientras duermes, el Ratontito Pérez te visita a hurtadillas, se lleva el diente y, en compensación, te deja un regalo. Bueno, al menos así era antes, ahora creo que suele dejar dinero en vez de regalo...

El caso es que, en un concurso televisivo preguntaron en qué ciudad está la casa-museo del Ratón Pérez. ¡Qué sorpresa nos llevamos cuando dijeron que en Madrid!

-¿Ves como la tele tiene cosas buenas, mamá?

Así que allá nos fuimos, a visitar la casa-museo, en pleno centro de la capital. La visita sólo cuesta dos euros y medio por persona y se recomienda para niños a partir de cinco años (aunque yo vi a más de uno de más edad disfrutar de lo lindo). Allá te cuentan la historia del Ratón Pérez y su familia, y puedes ver la caja de galletas donde vive, además de una maqueta que reproduce el interior de la misma, su buzón para recibir y enviar cartas, sus fotos de familia, etc.

Antes de que os lancéis a echarme en cara cómo puedo alimentar mentiras como las del Ratón Pérez, los Reyes Magos o el Papá Noel, os quiero decir dos cosas:

1) Hace tiempo que mi hijo sabe que ni Pérez, ni los Reyes, ni el Papá Noel, existen. Sabe que yo me he llevado sus dientes y le he dejado dinero debajo de la almohada (hey, y nunca me ha dicho "sabes qué, no quiero el dinero, porque no lo trae un ratón de verdad"). Sabe que los Reyes Magos y los pajes reales son convecinos disfrazados, y que los regalos los hemos comprado nosotros y se los hemos llevado para que los falsos pajes los traigan a casa. Lo mismo con Papá Noel.

2) A pesar de saberlo, tanto él como yo preferimos seguir creyendo. Nos gusta la magia de estas tradiciones y las emociones que conllevan. Y las emociones son reales. Tal vez ayuda el modo en que la fiesta de los Reyes Magos se celebra en nuestro pueblo. Cuando se apaga todo el alumbrado público y se empieza a ver el fuego de las antorchas que se acerca desde la carretera, todo el mundo contiene la respiración y todo el mundo se emociona. Da igual la edad que tengas. Da igual que sepas que vienen un montón de disfrazados a traerte los regalos que tú mismo compraste y envolviste. Luego vienen a tu casa, realmente vienen. Tocan al timbre, o entran si está abierto, y preguntan por el destinatario de cada uno de los paquetes. Eso no lo vive la gente de ciudad. Y es una pena.



Aquí os dejo algunas fotos de la casa-museo del Ratón Pérez por si, a pesar de no creer en él, os apetece verlo:





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