jueves, 26 de octubre de 2017

A mi hijo no le gusta leer


Ya está. Ya lo he dicho. A mi hijo no le gusta leer.

Me costó aceptarlo y, mucho más, reconocerlo públicamente. ¡Por favor! Yo devoraba libros desde antes de lo que puedo recordar. A los 8 años, leía un libro semanal. A veces más. Cuando mi hijo tenía dos años -sí, 2 años- le enseñé a leer. A los 3 ya sabía leer y a los 6 leía de forma autónoma. Leyó toda la colección de Tintín en pocos días. Y además no va al cole, no nos olvidemos de eso. Cualquiera que lea blogs de homeschooling sabrá que estos niños son espontáneos, inteligentes, apasionados por la ciencia (la astronomía y los dinosaurios son grandes clásicos), son extrovertidos, tienen grandes habilidades sociales, son extremadamente curiosos, son cultos, autodidactas y, por supuesto, son lectores voraces.

Yo seguí la receta al pie de la letra. Todo el mundo sabe que, para que los niños lean, los padres tienen que leer, hay que rodearles de libros, leerles en voz alta y llevarles a la biblioteca y a las ferias de libros. Lo hice todo y, además, lo saqué de la escuela. ¿Qué se podía esperar de él? ¡Que fuera un ratón de biblioteca! Obviamente, como sus abuelos, como sus padres, como su tío… pero no. A Damián no le gusta leer y a mi eso me preocupó hasta que comprendí que leer no es un fin en su mismo. Es una herramienta. Lo que importa es que los niños dispongan de esta herramienta (y de otras, como una buena conexión a internet y la capacidad de discernir la información veraz o útil de la que no lo es). Le he ayudado a adquirir y desarrollar esta habilidad y puedo decir: misión cumplida. Que le guste o no no está en mis manos. Aceptar y respetar sus gustos y sus intereses sí lo está. Y eso es lo que, por fin, hago.

Ahora incluso veo con simpatía que lea durante 6 horas seguidas cuando cae en sus manos una novela de Minecraft y que. al terminarla, no vuelva a tocar un libro en meses.

Lo cuento porque leo y escucho a muchas madres angustiadas buscando trucos para conseguir que sus hijos lean y yo sé que eso se puede conseguir fácilmente. Ahora bien, ¿qué precio estás dispuesto a pagar? Porque puedes obligar a tu hijo a leer, pero no puedes obligarle a hacerlo con placer.

La cuestión es que la gente siempre juzga (está en nuestra naturaleza, tal vez). Juzgan a quienes no leen y, por supuesto, juzgan a las madres de los niños que no leen porque algo habremos hecho mal, claro. Paralelamente, la misma gente habla de educación respetuosa y de “seguir los intereses del niño”. Pero cuando esos intereses no concuerdan con su escala de valores, entonces es que “algo se ha hecho mal”, ahí tiene que haber algún “problema” o algo que “no nos cuentan”.

Tú eliges de qué lado estás. Tú decides si estás dispuesto a apoyar verdaderamente los intereses de tus hijos, sean éstos cuáles sean, y a respetar que no le interesen otras cosas que tú consideras importantes o interesantes. Yo sé en qué lado quiero estar y sigo trabajando en ello. No sé si este proceso alguna vez se puede dar por concluido, pero lo importante es empezar y no rendirse aunque cueste.


*Boletín del 26/07/2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario