Tantos años y todavía me cuesta explicar qué es y cómo funciona el unschooling. Cuando lo conocí y me fui dando cuenta de que ése sería el método que mejor se adaptaría a nosotros, comencé a aplicarlo a todos los ámbitos de la vida, no sólo al académico, escorando así hasta el denominado "unschooling radical".
El camino hacía el unschooling no sucede de un día para otro y, en mi caso, hubo un último escollo difícil de superar y era éste: haciendo unschooling el niño tiene libertad para decidir qué aprende y cuándo y cómo lo aprende. Lo veía funcionar claramente con algunas cosas. Sin embargo, me quedaba la duda de qué hacer con aquellas cosas (llamémoslo materias, si queréis) que yo consideraba que era realmente importante aprender y que, por algún motivo, parecían no interesar a mi hijo. En muchas familias eso pasa con las matemáticas. Pero a mi hijo le gustan las matemáticas, yo el problema lo tenía con el inglés. A mi el inglés me ha abierto muchas puertas y lo aprendí porque de pequeña me obligaron a tomar clases (desde los cinco años). Si me hubieran dejado elegir, casi con seguridad habría decidido no continuar estudiándolo. De mayor agradecí que me hubieran obligado así que ahí estaba mi duda: ¿no es acaso mi obligación como madre imponerle ciertas cosas a mi hijo por su propio bien? Ahora se me ponen los pelos de punta sólo de pensar que una vez tuve esa duda.
Conseguí relajarme con ese tema pensando dos cosas: una, conozco a muchas personas que de pequeño no aprendieron inglés y, de mayores, porque lo necesitaban por el trabajo o porque les interesaba por otro motivo, lo aprendieron sin más dificultad. Y dos, hay muchas cosas que otras personas consideran imprescindibles y que yo ni sé ni necesito.
Pero a veces cuesta aceptar que a tu hijo no le interesen ciertas cosas. Lees blogs de homeschooling y muchos parecen pequeños davincis... Pero, resumiendo, esto es lo que pasó con el inglés:
1º) En casa hay muchos libros y son parte improtante de nuestra vida. Desde muy pequeño Damián tuvo un libro de esos de "mis primeras mil palabras en inglés". Simplemente eran dibujos con el respectivo nombre escrito. Como los dibujos le llamaban la atención, me pedía que le leyera las palabras.
2º) También de pequeño, solía ponerle los dibujos y películas en inglés. Hasta que creció y aprendió que podía ponerlo en el idioma que quisiera y, sí, en español es más cómodo.
3º) El año pasado estuvimos en Nueva York. Allí se dio cuenta de que no es muy agradable (ni muy práctico) estar en una ciudad donde no entiendes nada, así que empezó a prestar atención y a preguntar cosas.
4º) Su mejor amiga es medio canadiense (¡hola Annie!) y pasan muchas horas juntos. Cuando están en su casa, oye a Annie hablando con su madre en inglés así que presta atención y a veces pregunta qué están diciendo.
5º) A Damián y a Annie les gusta mucho Minecraft (y cuando digo "mucho" me quedo corta) así que, para aprender trucos, empezaron a ver videoblogs de gamers. La mayoría de ellos eran en inglés pero Damián los veía de todos modos. Cuando por la imagen no podía entenderlo, preguntaba. Cuando se repetía mucho una palabra o expresión, preguntaba. Y así, poco a poco, se fue haciendo con el idioma. ¿Por qué? Porque de repente el inglés era una herramienta necesaria para conseguir lo que quería. Y eso es todo. El aprendizaje no tiene más misterio: es inevitable siempre que haya interés y recursos disponibles.
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