jueves, 8 de febrero de 2018

Así barría, así, así...


Hacer tareas domésticas con un niño de dos años (y casi medio) es a la vez frustrante y fascinante.

En el cesto de la colada, con el delantal puesto


Frustrante, porque tardas más del triple del tiempo necesario. Porque ensucian y desordenan más rápido de lo que tú puedes limpiar y ordenar. Porque quieren hacer las cosas solos y a su manera. Porque sus manitas y sus piernecitas son pequeñitas y aún torpes. Porque, de pronto, se ponen a jugar (porque para ellos no hay diferencia entre el trabajo y el juego, como debe ser).





Fascinante porque ellos quieren ser como tú, hacer lo que tú haces, y compartir contigo hasta las más ingratas tareas. Y lo hacen con alegría, con ganas y se maravillan con cada pequeño logro. Ya lo decía Mary Poppins, que todo trabajo puede convertirse en un juego.

Es un aprendizaje para ambos.

¿Quién dijo que limpiar los cristales no mola?





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