lunes, 10 de abril de 2017

Testimonio: Kira Gilson


Kira Gilson, amiga y compañera de la Libertarian International Organization, compartía hace unos días esta reflexión en su muro de Facebook. La traduzco libremente con su permiso.



Cuando era pequeña, los adultos a veces me elogiaban y a veces me regañaban por ser inquisitiva y habladora (o "muy madura para tu edad" o "pesada"). Siempre me gustó conocer gente y visitar lugares con mis padres. Mis preferidos eran los adultos que sabían muchas cosas sobre el mundo.

Antes de la adolescencia nunca entendí porque era "guay" odiar a tus padres. Entonces me di cuenta de que muchos padres eran bastante ruines sin motivo alguno.

En la adolescencia me resultó mucho más fácil hacer amigos online porque era mucho más sencillo encontrar gente con mis aficiones, y también era más fácil evitar a los matones.


Hacia el final de mi adolescencia, me di cuenta de que no me perdía mucho con la gente de mi edad, porque muy pocos comprendían por qué me importaba la responsabilidad. Muchos chicos se burlaban de mi porque no iba al colegio.

Al llegar a la edad adulta comencé a viajar por todo el país y descubrí que muchas historias melodramáticas se repetían en cada ciudad pero que la gente solía pensar que la confusión de sus vidas era única y no merecía la pena tratar de cambiar.

Cuando hablo con gente de mi edad, de mi generación, ahora todos me dicen que envidian la forma en que fui educada y que no fui obligada a mezclarme con otros 1000 niños, ni obligada a medicarme para hacer las cosas fáciles cuando el único problema es la falta de concentración en la escuela a causa de los problemas que uno tiene en casa.

Ahora que tengo veintipocos, veo que la gente de más éxito sigue su propio camino y no se enemista con otros por hacer lo mismo.

Cuando tenga hijos no quiero que sientan jamás que no me importa su inteligencia, porque podrían creer que nunca le importará a nadie.




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